Uno de mis rituales favoritos después de un día largo es bañarme por las noches. Obviamente, mientras me baño, aprovecho para lavarme la cara. Son cinco minutos que me dan paz absoluta. Entonces se imaginarán el shock que me dio cuando me enteré de que no lo debería de estar haciendo.
¡¿QUÉEEEE?!
Como lo leíste. Hacer esto es pésimo para la piel. Cuando nos bañamos, lo hacemos con agua caliente. A lo mejor no hirviendo, pero sigue siendo suficientemente caliente para lastimar nuestra cara. Que, a diferencia del resto del cuerpo, es mucho más delicada y no soporta estas temperaturas. ¿Los efectos? aumenta la sensibilidad, seca y deshidrata la dermis y arranca los aceites naturales que la cuidan y nutren.
¿La solución?
Hay dos opciones: 1) te dejas de lavar la cara cuando te bañas. 2) empiezas a bajarle la temperatura al agua. Decimos ‘empiezas’ porque es mejor que el cambio lo vayas haciendo poco a poco para que el cuerpo tenga tiempo de irse adaptando. Cada vez que abras las llaves, trata de reducir la temperatura. Y si la estás pasando fatal con el agua fría, piensa en los beneficios del agua fría.
Los beneficios del agua fría
Bañarte con agua fría o templada estimula la circulación del cuerpo y te despierta, mejorando la oxigenación y el estado de alerta en las mañanas. Pero eso no es todo, porque también calma la piel irritada, reduce el dolor de los músculos después del ejercicio y da una complexión y un pelo súper glowy . ¿Necesitas algo más para convencerte?