El estudio que produce todo en Nueva York, abrió a finales del año pasado un nuevo showroom en Los Ángeles. Aspiramos a crear una fantasía. Aunque también creamos piezas sorprendentes con la intención de que sean el punto focal dentro de un espacio. Tenemos cierto grado de libertad, muy similar al de una aproximación artística, pues muchas de nuestras piezas buscan una respuesta emocional. La mayoría son funcionales, pero además de eso tienen la capacidad de despertar una sensación, y por último, deseo. ¿Cómo lo logran? ¿Qué consideran más atractivo en una pieza: la forma, los materiales, el contexto? Es una combinación de todos estos elementos, pero además hay algo más ambiguo que es difícil de expresar con palabras. Un elemento impreciso que se siente familiar y extraño al mismo tiempo, y yo particularmente siempre busco que nuestro trabajo tenga un sentido de atemporalidad.
En el showroom de LA, los diseñadores tienen oportunidad de hablarle a otro público. Siempre he sido muy sensible a la iluminación; es un elemento muy poderoso y con vida propia. Además de la forma de una pieza, ponemos mucha atención a la calidad y la textura de la luz. Nos preguntamos qué nos hace sentir o en qué nos hace pensar. Trabajamos mucho con LED y la filtramos a través de materiales como porcelana, vidrio grabado y alabastro para transformarla. Pero no se trata de replicar su incandescencia o su intensidad, sino de crear una calidad de luz que se sienta especial y romántica. Me da la impresión de que su trabajo se centra más en espacios, atmósferas y pequeños universos, y no en piezas aisladas.
El estudio Callidus Guild diseñó un tríptico que sigue las referencias modernistas italianas de la colección INTERLUDE. La idea de la pieza es que se vea como un fragmento de algo más grande. En ACT III fue la primera vez que recurrí de manera directa a mi origen, aunque de alguna forma supongo que siempre ha estado en el fondo. Hubo mucha autorreflexión y eso me permitió descubrir distintas emociones. Es probable que los textiles sean el trabajo más nostálgico que he creado hasta ahora. No sé si lo sentí tanto durante el proceso, pero cuando tuvimos las telas en el estudio y las toqué por primera vez, me conmovió muchísimo. Tomamos unas fotos de los otomanes y los cojines y ese momento me llevó inmediatamente de vuelta a casa de mi abuela. El génesis de la colección es una caja Khatam que mi abuela trajo de Irán cuando llegó como refugiada a Estados Unidos en 1979. INTERLUDE, la colección más reciente y que presentaron en el Salone del Mobile, abre un nuevo capítulo después de los tres actos anteriores. ¿Qué hay de nuevo en esta colección, en cuanto a alguna técnica o artesanía? Para esta colección de piezas limitadas nos entregamos completamente a la artesanía y los procesos hechos a mano que son difíciles de utilizar en líneas de producción más grandes. Ampliamos nuestro vocabulario visual y nuestro lenguaje material, y eso nos dio la oportunidad de trabajar con artesanos fuera del estudio para perfeccionar ciertos detalles, como los bordados, por ejemplo. Es una técnica casi extinta y una de las que más orgulloso estoy de haber explorado en piezas nuevas.
Para esta nueva colección trabajaron por primera vez con textiles y Es mi proceso. Con cada colección me sumerjo en una idea o una era distintas y mucho de lo que publico en Instagram es parte de mi investigación. Es una herramienta muy poderosa, una forma de encontrar referencias que complementan mis ideas.
Las lámparas son de las piezas más importantes en sus colecciones.