Todo se desplegó en el transcurso de un mes. En agosto de 2010, Lady Gaga se convirtió en la persona más seguida en la plataforma que entonces llamábamos Twitter. Poco después, apareció frente a 11.4 millones de espectadores durante los VMAs, usando 16 kilos de carne cruda. En los días siguientes, la app hizo una actualización clave: por primera vez se podían insertar fotos y videos en los tuits, y las publicaciones comenzaron a llenar el feed con el adictivo “scroll infinito”. Esto avivó aún más la conversación en torno al vestido de carne, ya de por sí una de las creaciones más provocadoras en la cultura pop, y convirtió a Gaga en trending topic por más de una semana.
De pronto, cada cámara era un potencial camino hacia la viralidad, cada alfombra roja una carrera por captar la atención. Pocas lo aprovecharon mejor que las estrellas pop de la época, quienes inundaron los 2010 con revelaciones públicas perfectamente calculadas: embarazos, cambios de look extremos y accesorios polémicos. Pero hoy, la viralidad cansa, y el péndulo se está moviendo en otra dirección, quizás no opuesta, pero sí diferente.