Aunque hablando de áreas apasionantes, ¡la editorial de moda es una obra de arte!
La campaña de Celine shooteada por Jurguen Teller (mi favorita es SS15) o las historias que hizo Annie Leibovitz para Louis Vouitton, son todo y más. Son imágenes sumamente bellas que cuentan una historia, pero que además son súper inteligentes y generan un statement. Y es que, si una portada en la que un documentalista retrata a una modelo (un momento, un sentir, un encierro y una época) desde su casa en plena pandemia no es arte, entonces no sé de qué estamos hablando.

Consumir moda es hacer una declaración, porque cada pieza tiene voz y cuenta la historia del mundo, proyectando una imagen de la sociedad interpretada por el diseñador, y en este caso, el artista.
Hay una frase súper cliché (SÚPER) que dice que la arquitectura es el testigo insobornable del tiempo. Yo creo que sí, al igual que la moda. Inevitablemente, uno habla de lo que vive, de lo que siente y de lo que ve; así es la arquitectura y así es la moda. Notre Dame fue tecnología de punta en su momento, los templos griegos hablaban de los valores de la época, de las creencias y de la forma de vida. Así también lo hace la moda. El corset, los pantalones, el denim, el lipstick rojo y los sneakers; todos y cada uno han hecho una declaración, nos hablan de una época, de una sociedad, de una mujer y de un mundo.
Y así, ¿cómo no amarla? La moda enamora, esa es su magia.