
Alberto Morillas fue el artista que consiguió unir armónicamente bayas rosas, rosa búlgara, vainilla Bourbon, almizcles blancos, violeta de Parma y espino. Tuvieron que pasar 312 pruebas para que por fin naciera este revolucionario perfume que resulta seductor, femenino, tierno y lleno de poder para quien lo lleva en la piel.
El frasco es otro sello que le ha valido un lugar dentro del mundo de la perfumería. Serge Mansau fue el arquitecto encargado de llevar a las alturas esta amapola. Como un rascacielos que impone su presencia, así la botella se eleva con su distintiva curva que engalana la flor que vive dentro.