Si algo he aprendido trabajando en belleza, es que una complexión perfecta (o tan perfecta como pueda llegar a ser) se hace con hábitos no productos. Evidentemente, es importante que hagas tu rutina completa, pero también que te desmaquilles antes de dormir, tomes mucha agua, comas frutas y verduras y todo lo demás. Uno de los hábitos o costumbres que yo adapté hace dos años, fue el dejar de secarme la cara con la toalla.
¡¿QUÉEEE?!
Cuando me salgo de bañar o me termino de lavar la cara, en vez de usar una toalla para secarme la cara, espero a que se seque con el aire. Tengo que admitir que al principio es incómodo. En parte porque nuestro instinto es secarnos, pero también porque mojas todo y te tardas mucho más en hacer la rutina de skincare. Pero, sin duda alguna, vale la pena.
¡¿POOOOR?!
Las toallas acumulan bacterias y suciedad con el tiempo (sí, aunque las laves una vez a la semana o más). Y cada vez que te secas la cara, estás re-introduciendo todo eso a tu piel. Pero eso no es todo, si te secas la cara agresivamente, las fibras pueden hacer micro-roturas en la dermis. Y crear el ambiente perfecto para que las bacterias provoquen granitos.
¿Y qué pasa cuando lo dejas de hacer?
La complexión mejora muchísimo. Los cambios no los noté al principio, me tardé un par de semanas en ver cómo mis granitos (sí, hasta los más persistentes) desaparecían. También me di cuenta de que mi rosácea disminuyó y mis poros se refinaron.
ELLE CONSEJO:
Si vas a probar esta nueva técnica, es importante que tomes en cuenta que tu rutina va a tardar 5 o 10 minutos más de lo normal. Aprovecha ese tiempo de espera para peinarte, hacerte un té o lo que sea. Y no te estreses si no ves los resultados inmediatamente, tardan un poco.