La primera vez que tuve una crisis de edad fue a los dieciocho años cuando tenía que decidir qué carrera estudiar, en qué universidad hacerlo y en qué ciudad. Cada decisión era crucial para perseguir mis sueños en la moda, y si de por sí es una industria difícil, me acomplejaba leer titulares con frases como: “la editora más joven en...”; “el director creativo más chico en la historia de...”; “los 30 menores de 30” y muchos más que celebraban el triunfo a una corta edad.
Es verdad que mi generación y las que vienen detrás nos queremos comer el mundo a puños, y en este afán por lograrlo todo en un tiempo récord y la cultura de los resultados inmediatos, nos sentimos fracasados si a los treinta no tenemos una vida de revista. Somos la generación del burnout, y a pocos días de celebrar mi trigésimo cumpleaños, quiero compartir por qué la moda me quitó el miedo a crecer. Mi nuevo lema en la vida es aquella frase que el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo se repetía siempre, “hay tiempo, hay tiempo”.