Por naturaleza, con sus prendas confeccionadas a mano de forma artesanal, a la medida y con telas exclusivas de la más alta calidad, la alta costura podría considerarse una de las ramas más sostenibles de la moda; sus piezas únicas y atemporales son creadas para que un cliente en particular las use por años, pero esto tampoco significa que sea precisamente el sector más ético.
Para crear la magia de la alta costura, las firmas derrochan metros y metros de sedas, pieles y plumas para hacer posible este espectáculo exuberante y glamoroso, pero según el diseñador holandés Ronald van der Kemp y su casa homónima de couture y demi-couture (personalización a precio de prêt-à-porter de lujo) fundada en 2014, esto también puede lograrse de forma ética con materiales existentes de alta gama y trabajando en pequeños talleres.