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Todas las razones por las que el chisme puede ser bueno para tu salud

Laura Antonia Jordan consideró dejar de chismear. Hasta que se dio cuenta de que no todo eran malas noticias.
mié 06 agosto 2025 12:50 PM
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Te decimos todas las razones por las que el chisme puede ser bueno para tu salud

¡¡¡AMIGA!!! ¡TENGO UN CHISME BUENÍSIMO! Difícilmente hay algo que me haga contestar un mensaje más rápido que la promesa de una dosis deliciosa de chisme de primera. No diría que es mi cualidad más virtuosa, pero tampoco soy tan autocrítica como para pensar que soy la única que lo admite. Al contrario. ¿Quieres reconocer que te encanta un buen chisme? Bueno, esa ya es otra historia.

A muchas nos encanta enterarnos de alguna “noticia” de último minuto (con muchas comillas). Nos entretiene y emociona, sirve como un toque de intriga y sabor sobre la rutina del día a día. “El chisme es simplemente otra forma de contar historias”, dice Sophie Jewes, fundadora de la agencia de PR londinense Raven. “Si tienes un perfil público, o quieres ser conocida, necesitas que la gente hable de ti. El truco es no tomárselo personal. Ser inmune al chisme es fabuloso… y una habilidad de supervivencia en la moda”.

Y sí, la moda siempre ha sido terreno fértil para el chisme. Todo ese tiempo en sets o esperando que empiece un desfile se tiene que llenar de alguna forma. Nos guste o no, es una industria llena de personajes cuya relevancia, como las tendencias, sube y baja constantemente. Es un ecosistema que se alimenta a sí mismo, donde hablar de quién está “in” o “out” es un tema común, ya sea con inocencia o con veneno. El reciente movimiento de directores creativos en las casas de moda —Matthieu Blazy a Chanel, Demna fuera de Balenciaga y dentro de Gucci, Hedi Slimane y John Galliano actualmente sin puesto (aunque ojalá pronto)— encendió la economía del chisme. Cuando Jonathan Anderson fue nombrado director creativo de Dior este año, aunque fue emocionante, la noticia no se sintió como tal: ya se venía comentando desde hacía meses.

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Y sin embargo, no puedo evitar pensar que, a pesar de que vivimos en una era dorada del chisme (gracias, en buena parte, al internet), quizá sería mejor, incluso un poco radical, tratar de soltarlo. En junio, el sitio de chismes anónimos del Reino Unido Tattle Life (que supuestamente tiene 12 millones de usuarios mensuales y ha estado involucrado en varios escándalos por acoso en línea) enfrentó una histórica sentencia por difamación en Irlanda del Norte, donde se reveló la identidad de su administrador: Sebastian Bond, un exinfluencer fitness de cuarenta y tantos.

Pero chismear es una historia tan vieja como el tiempo. El escritor Roger Wilkes, autor de Scandal, lo rastreó hasta el año 1500 a.C., en tablillas cuneiformes que contaban la aventura de un alcalde mesopotámico con una mujer casada. La Biblia contiene varios versículos y proverbios que condenan “los labios mentirosos”; en la Torá se le llama lashon hara (habla maliciosa). En sus diarios del siglo XVII sobre la vida en Londres, Samuel Pepys se revela como un proto-DeuxMoi. En la Inglaterra de la Regencia, los llamados “periódicos de escándalos” relataban las indiscreciones de la alta sociedad. El chisme aparece tanto en las tramas de Jane Austen y las obras de Shakespeare como en las franquicias de Real Housewives.

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Te decimos todas las razones por las que el chisme puede ser bueno para tu salud

¿Y qué queremos decir realmente cuando hablamos de “chisme”? El diccionario Collins lo define como “una conversación informal, a menudo sobre asuntos privados de otras personas”. A veces llamada “charla ociosa”, normalmente implica hablar sobre algo que claramente no es asunto tuyo. Hay connotaciones negativas: ser vehículo de desinformación, mentiras o exageraciones está implícito en nuestra idea de chisme. Aunque hay una diferencia entre gossip (chisme) y bitching (hablar mal por malicia), el traslape es enorme. Tal vez por eso, con el chisme, hay una distinción importante entre el verbo y el sustantivo. Mientras que la mayoría admite chismear (con gusto o con culpa), a nadie le gusta que le digan chismosa.

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La Dra. Audrey Tang, psicóloga colegiada de la Sociedad Psicológica Británica y autora de The Leader’s Guide to Wellbeing, dice que hay razones muy válidas para que chismeemos. “Hay quien argumenta que en ciertos puntos de la evolución era algo sano: ‘¡No toques eso!’ ‘¡No comas eso!’ Esa transmisión oral funcionaba como una guía rápida”, explica. También es, dice ella, una forma de crear vínculos. “Nos sentimos poderosas cuando tenemos un secreto. Y aún más poderosas cuando se lo contamos a alguien más”, señala. “Tiene mucho que ver con el ego”. Definitivamente, el “esto queda entre nosotras” es un contrato íntimo —aunque sepamos perfectamente que puede romperse.

En un episodio del pódcast Fashion Neurosis de Bella Freud esta primavera, la diseñadora Susie Cave habló sobre proponerse no hablar negativamente de otras personas, incluso cuando sea verdad. Descubrió que esto afecta directamente su forma de pensar, comparándolo con “botox en mi cerebro”, como si borrara la negatividad. Sobre este tema, Freud hace una distinción importante entre una buena y una mala conversación: “En realidad, es mucho más estimulante elogiar algo, pero se siente más cargado de adrenalina destrozar las cosas”.

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Esto tiene lógica, dice la doctora Audrey Tang: “Nos volvemos buenos en lo que practicamos. No es que de repente nos volvimos adictos a la comida rápida; es que la sociedad nos lo permite y por eso actuamos así. No hay un interruptor mágico, pero si hablas frecuentemente de manera negativa sobre otras personas, empezarás a pensar negativamente, porque eso es lo que vas a buscar. La neuroplasticidad del cerebro implica que, lo que practicamos, se convierte en nuevas conexiones neuronales”.

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¿Y qué pasa con la persona de la que se habla? Hacernos daño a nosotras mismas es una cosa, pero incluso la chismosa más entusiasta haría bien en pensar en el daño potencial a los demás. Idealmente, todo chisme debería venir acompañado de una buena dosis de escepticismo y muchas letras chiquitas. Las mentiras, repetidas lo suficiente —sobre todo ahora que internet las amplifica— pueden convertirse rápidamente en un “hecho” falso. Es una suerte que ha perseguido a muchas mujeres a lo largo de la historia, famosas y desconocidas (María Antonieta nunca dijo “que coman pastel”; esas tablillas cuneiformes están abiertas a interpretación, lo que significa que alguna pobre mujer mesopotámica posiblemente fue condenada erróneamente como adúltera por, bueno, unos 3,500 años). “El tribunal de la opinión pública ha tenido más impacto en cómo vemos los eventos históricos que cualquier declaración oficial o informe. Igual que en las redes sociales hoy en día, si un rumor se repite lo suficiente, se solidifica como un hecho en la conciencia colectiva”, dice la historiadora Hayley Nolan, autora de Anne Boleyn: 500 Years of Lies.

Ni siquiera la lógica o el decoro logran apagar el fuego del chisme. Basta ver cómo el año pasado el futbolista Callum Hudson-Odoi, de 24 años, tuvo que desmentir el rumor totalmente descabellado de que había estado en el avión de Jeffrey Epstein (habría sido un niño). O cómo la princesa de Gales se vio obligada a revelar su diagnóstico de cáncer tras semanas de especulaciones desenfrenadas sobre su paradero.

Uno de los problemas con el chisme es que no hay reglas claras: los límites son invisibles y cambiantes. Por ejemplo, la noticia de un embarazo puede parecer aburrida o jugosa, feliz o preocupante, dependiendo del contexto. También está el hecho de que no sabes qué puede tomarse a la ligera y qué puede causar daño. En mi primera semana de secundaria, alguien escribió “Laura Jordan es una zorra gorda” en la pared del baño. Como adolescente tímida, lo de “zorra” me pareció incluso divertido —hasta halagador, en cierto modo (¡ni los chicos me veían!)— pero lo de “gorda” agravó mi inseguridad corporal ya existente. Y aunque es fácil desestimar los chismes con un “mejor que hablen de ti a que no hablen”, no todo el mundo tiene la capacidad o el deseo de pensar así. Algunas reuniones de programas de 12 pasos terminan con el recordatorio de dejar lo que se dijo dentro del salón, porque “el chisme puede matar”.

Pero no todo tiene que ser malo.

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Te decimos todas las razones por las que el chisme puede ser bueno para tu salud

“En mi opinión, el chisme es saludable si no es malintencionado, y te permite relajarte, divertirte, ser tú misma y bajar la guardia. No recomiendo ser cruel contando quién se acostó con quién o quién se hizo qué en la cara, pero como una forma de diversión no puede causar demasiado daño, siempre y cuando no llegue a las manos equivocadas”, dice Belma Gaudio, fundadora y directora creativa de la boutique londinense Koibird. “Tal vez la connotación negativa surgió como otra manera de menospreciar a las mujeres”.

Totalmente. Parte del problema es que el chisme se percibe como una actividad principalmente femenina (¡error! Cualquiera que piense eso claramente nunca ha estado en un foro de Reddit o ha seguido una temporada de fichajes de fútbol; Tang señala un estudio de 2019 en el Journal of Social, Psychological and Personality Science, que concluyó que aunque las mujeres pueden chismear más que los hombres, lo hacen de manera más neutral). Pero eso es ignorar el poder transformador que puede tener. El chisme es lo que nos ayuda a descubrir que no nos están pagando justamente, o nos advierte sobre cierto tipo, o nos alerta sobre una nueva oportunidad profesional. Además, ¿realmente es tan diferente el cotilleo trivial compartido entre vecinos al maquiavélico goteo de información y filtraciones en las arenas políticas del mundo?

Tal vez lo que el chisme necesita es una nueva imagen. ¿Por qué pensar en él como algo cruel, falso y destructivo, cuando puede ser inofensivo, útil y demostrar interés por el mundo y las personas que nos rodean? Y cuando inevitablemente nos toque estar del otro lado de un chisme incorrecto o malicioso, recordemos que es un privilegio ser notadas —y que, si estás incomodando a alguien, probablemente estás haciendo algo bien. Pero eso que quede entre nosotras, ¿ok?

Este artículo fue publicado por primera vez en ELLE US .

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