¡¡¡AMIGA!!! ¡TENGO UN CHISME BUENÍSIMO! Difícilmente hay algo que me haga contestar un mensaje más rápido que la promesa de una dosis deliciosa de chisme de primera. No diría que es mi cualidad más virtuosa, pero tampoco soy tan autocrítica como para pensar que soy la única que lo admite. Al contrario. ¿Quieres reconocer que te encanta un buen chisme? Bueno, esa ya es otra historia.
A muchas nos encanta enterarnos de alguna “noticia” de último minuto (con muchas comillas). Nos entretiene y emociona, sirve como un toque de intriga y sabor sobre la rutina del día a día. “El chisme es simplemente otra forma de contar historias”, dice Sophie Jewes, fundadora de la agencia de PR londinense Raven. “Si tienes un perfil público, o quieres ser conocida, necesitas que la gente hable de ti. El truco es no tomárselo personal. Ser inmune al chisme es fabuloso… y una habilidad de supervivencia en la moda”.
Y sí, la moda siempre ha sido terreno fértil para el chisme. Todo ese tiempo en sets o esperando que empiece un desfile se tiene que llenar de alguna forma. Nos guste o no, es una industria llena de personajes cuya relevancia, como las tendencias, sube y baja constantemente. Es un ecosistema que se alimenta a sí mismo, donde hablar de quién está “in” o “out” es un tema común, ya sea con inocencia o con veneno. El reciente movimiento de directores creativos en las casas de moda —Matthieu Blazy a Chanel, Demna fuera de Balenciaga y dentro de Gucci, Hedi Slimane y John Galliano actualmente sin puesto (aunque ojalá pronto)— encendió la economía del chisme. Cuando Jonathan Anderson fue nombrado director creativo de Dior este año, aunque fue emocionante, la noticia no se sintió como tal: ya se venía comentando desde hacía meses.