La muerte de le Magistrade Ociel Baena Saucedo reabre heridas que en realidad nunca han sanado en nuestro frágil y a veces ridículo tejido social, ese que se jacta de un nacionalismo “que nos une” cuando nuestra selección gana, pero que se desmorona y se hace chiquito para reclamar justicia y llamar las cosas por su nombre: violencia de género, transfobia, homofobia, crimen de odio. Hay medios de comunicación que han decidido anteponer la falacia de la defensa del lenguaje a la identidad y la dignidad de una persona y han entrecomillado Magistrade en sus notas. Hay políticos transodiantes que se han atrevido a dar sus falsas condolencias malgenerizando a le Magistrade. Pero la respuesta que verdaderamente cala los huesos es la de la sociedad que se burla y celebra la tragedia a través de memes y comentarios que son solo el reflejo de una intolerancia latente que ya no tiene ni la vergüenza de disimularse, porque en los últimos años, meses y semanas, hemos visto cómo se valida sin entender el peligro que supone. No estamos seguros.
"Se matan disidencias en la cara de la gente": la otra marcha del Orgullo
El lunes por la noche se convocó a la comunidad LGBTTQ+ y aliados a conmemorar a le Magistrade en la Estela de luz con velas y abanicos. Las escaleras que bajan al museo de la estela se llenaron rápidamente de gente, y las banquetas y calles aledañas pronto cedieron también a una multitud conmovida que llenó el lugar con banderas del orgullo LGBT, trans y no binario. Pero fue el momento en el que el clamor por justicia a una sola voz inundó el espacio que fuimos conscientes de que estábamos ahí por Ociel, por Dorian, por los que no fueron nombrados y por nosotres mismes. Una vulnerabilidad colectiva que se convierte en nuestra más grande fortaleza, el sentido de comunidad. Porque cuando logras procesar lo que está pasando no te puedes quedar parado, y así, la velada conmemorativa que no podía sostener más personas por su gran convocatoria, se convirtió en una marcha que llegó hasta el Palacio Nacional al paso de “Ociel, escucha, esta es tu lucha”.
He escuchado todo tipo de críticas hacia la marcha del orgullo, desde aquellas que vienen de la ignorancia o la lgbtqfobia, hasta de la propia comunidad que desde el privilegio construido sobre la lucha de otros se sienten ajenos al movimiento que les consiguió sus derechos en primer lugar. Aquella crítica que busca desestimar el valor de lucha que prevalece debajo del glitter, los colores y el baile del Pride, que sí, también son símbolos de resistencia. Pero la marcha del lunes fue un amargo recordatorio de que la búsqueda de nuestras garantías está lejos de terminar, esta fue una acción colectiva diferente, impregnada de impotencia y dolor pero con el mismo orgullo de sabernos hermanes. Una marcha en donde al canto desgarrador de “Señor, señora, no sea indiferente, se matan disidencias en la cara de la gente” pedimos que nos volteen a ver, que no sean impunes, que no nos maten.
Esta es la otra marcha del orgullo. La que la violencia nos obliga a caminar con la frente en alto como respuesta inmediata al ataque de un hermane. La que no se queda callada, la que no te deja solx, la que le pide a todo el colectivo unirse y a los que no son parte del colectivo también. Gracias Magistrade por derribar barreras, por enseñarnos a ser valientes, a ser auténticos y a reclamar nuestro espacio. Adiós Magistrade, tu lucha no termina aquí, está más viva que nunca.
