Hay una sensación que se apodera de mí mientras, echado en el sillón, veo sin parar los ocho episodios de la serie Heartstopper que recientemente estrenó Netflix. No es para mí. No me habla a mí. Ese edulcorado y un tanto cursi romance adolescente que se cocina entre dos jóvenes británicos, protagonizado por Joe Locke y Kit Connor, tiene como destinatario a otra generación.
Mientras veo las imágenes de un joven escuálido, listo, perspicaz, simpático y con talento para la música, idealizar el amor con su compañero de banca, un lindo pelirrojo atlético con una destreza singular para el rugby y que goza de amplia popular; me viene a la mente la cinta de 1998 Get Real de Simon Shore, protagonizada por Ben Silverstone y Brad Gorton y que para algunos de mi generación fue el primer acercamiento al cine con temática LGBTQ+.