Frida Escobedo era una niña de 8 o 9 años, de visita desde México, cuando vio por primera vez el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Incluso ahora, como arquitecta encargada de diseñar una nueva ala para el museo —la primera mujer en hacerlo en sus 155 años de historia—, recuerda ese momento con claridad. “Es un momento muy acogedor, casi como si estuvieras entrando a la casa de alguien”, dice.
Y es que el Met es, en muchos sentidos, un hogar: tanto para los neoyorquinos como para los amantes del arte en todo el mundo. “Es una de las pocas instituciones que reconoce que le pertenece a todos y a nadie al mismo tiempo”, afirma Escobedo. “Reconoce que necesita transformarse constantemente... Es casi como un caleidoscopio de lo que la humanidad puede ser.”