Muy cerca de San Miguel de Allende, a veinte minutos manejando para ser precisos, está el cubo de espejos en medio del campo, un proyecto que llevó tres años completar y donde solo puede haber dos personas al mismo tiempo. Casa Etérea es un lugar como ningún otro que existe gracias a la imaginación, el trabajo y la perseverancia del fotógrafo, escritor y diseñador singapurense Prashant Ashoka.
Cuando Prashant llegó a México hace más de cuatro años, fue la primera vez que puso un pie en este país. Llegó sin conocer a nadie y con solo dos maletas, pero con la inquietud y determinación de empezar un proyecto propio.
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Como él lo cuenta, el Tiny House Movement, esa corriente arquitectónica y social que promueve un estilo de vida más simple y en espacios más pequeños, le había llamado la atención desde hacía tiempo. Sin tener ninguna experiencia en arquitectura ni diseño, pero con las ideas muy claras, visualizó una casa aislada que fuera un refugio rodeado de naturaleza, donde todo estuviera en sintonía con el entorno. Un lugar que sirviera como escondite y en donde todo aquel que pasara tiempo, pudiera encontrar un espacio para reflexionar y salir transformado.
Poniéndolo así, suena ambicioso, pero Prash, como le gusta que le digan, lo logró. Cuando empezó la búsqueda del sitio ideal, muchos sugerían lugares cerca de la playa. No fue sino hasta que llegó a San Miguel de Allende cuando le enseñaron un terreno alejado de todo, en medio del campo y en la falda de un volcán extinto, que encontró el lugar perfecto. La historia es mucho más breve de lo que implicó. Prash comenzó el proyecto y junto con diferentes miembros de la comunidad local de esa zona llamada Alcocer, alzaron la casa recubierta de espejos que se funde con el paisaje y que recuerda a los cubos de vidrio del artista contemporáneo Larry Bell. Por eso se llama Casa Etérea, pues la idea de su estructura es reflejar los cambios de temporada. “Es difícil ver dónde comienza el observador y dónde termina el paisaje. Quiero que esta interacción de luz y escala evoque un sentimiento de asombro por la naturaleza y a su vez nos permita reflexionar acerca de nuestro papel en la preservación de nuestros ecosistemas”, dice Ashoka.
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El proyecto arquitectónico es un cubo sin muros divisorios y es completamente ecológico. En los espejos utilizaron un revestimiento ultravioleta que lo hace visible para las aves, sin dejar de ser reflejante para el ojo humano. Construyeron los cimientos de la casa con rocas de la montaña, con la intención de dejar el paisaje intacto, páneles solares proporcionan toda la energía de la casa y el suministro del agua viene de lluvia recolectada.
Las ventanas de la recámara principal son cristales que van de piso a techo, y esta desemboca en una terraza con alberca. En los interiores, vigas expuestas y muros de concreto conviven con materiales como yute, cuero, madera y piedra, propuesta del interiorismo de Namuh. Una tina de cobre, que Ashoka mandó a hacer, es la pieza central a un lado de la cama. Casa Etérea está disponible para reservarse en línea, para uno o dos huéspedes. casaeterea.com