Silvana Estrada se dice cantora, es en realidad mucho más que eso, pues su talento musical le da muchos dones. Tampoco me gustaría llamarla solamente compositora, es una verdadera poeta. Escribe del alma y para el alma y después, lo canta.
La primera vez que vi a Silvana Estrada en vivo fue durante una cena en la que un fallo eléctrico interrumpió la música. Sin perder la calma, Silvana bajó las escaleras, caminó entre las mesas y empezó a explicar que la siguiente canción se trataba de una cumbia, nos pidió que repitiéramos un ritmo con las palmas y comenzó a cantar “Tenías que ser tú”. Es una anécdota que me gusta contar porque me parece la mejor manera de decir “así es Silvana”, poética hasta en su propia vida, va convirtiendo la adversidad en oportunidades. Antes de abordar la música como lo hace ahora, pensaba dedicarse al jazz, pero cuando le negaron la visa para hacerlo en Estados Unidos, su carrera dio un giro. Conoció a Natalia Lafourcade y su pasión por la música y la tierra donde crecieron, Veracruz, las unió. Después trabajó con ella como su corista durante ocho presentaciones en el Teatro Metropolitan y el resto es historia.