En este cuerpo que a veces juzgo tan duramente, que a veces desearía que fuera otro –más pequeño, más delgado, más grande, más fuerte, más “funcional”, más, más, más... siempre más– se encuentra mi casa. Mi hogar.
Tener un cuerpo es una cosa extraña. Aprender a habitarlo lo es aún más. Intentar aceptarlo es toda una travesía. Atreverse a amarlo parece imposible. O al menos eso hemos creído desde que tenemos conciencia corporal. Todes tenemos un recuerdo en el que nuestros cuerpos eran "demasiado" o no eran "suficiente". Aprendimos que siempre había algo que cambiar, que reducir, que agrandar, a perseguir un ideal que jamás podría ser real.
Crecimos pensando que debíamos vernos de cierta manera, que los cuerpos y las personas bellas eran de piel blanca, talla cero, con vientres planos, brazos tersos y la cantidad exacta de músculos y grasa corporal. Que si no nos veíamos así, pasaríamos el resto de nuestras vidas intentando hacerlo, empezando dietas, comprando cremas, haciendo rutinas de ejercicio, odiando nuestros cuerpos. Desaprender toda una vida de imágenes, películas, publicidad y comentarios desafortunados no es fácil. Conocer movimientos como el Body Positive, el Body Neutrality o acercarme a prácticas de autocuidado y amor propio me han ayudado a desaprender, cuestionar y construir la relación que tengo con mi cuerpo hoy.
Se habla de Body Positive y amor propio en muchísimos lugares. A veces los utilizamos casi como sinónimos, pero son dos conceptos diferentes. El movimiento Body Positive empezó como una lucha liderada por mujeres gordas y racializadas, quienes iban en contra de las estructuras violentas que oprimen a las personas gordas, para exigir y regular tallas para todos los cuerpos, pedir trato médico digno y libre de gordofobia, detener el acoso hacia cuerpos no hegemónicos y una larga lista de cosas que tie- nen que cambiar, que no pueden hacerse desde el amor propio o la autoaceptación. A partir de diferentes críticas y conversaciones, ha cambiado mucho desde sus inicios, hasta convertirse en el movimiento de neutralidad que habla más de que todos los cuerpos son merecedores de amor, respeto, cuidado y dignidad, simplemente por existir. No establece que todos los cuerpos son bellos, sino que cuestiona la idea de la belleza y la importancia que le damos. También habla de que a veces amarnos es aún más complicado y que podemos empezar por ser neutrales respecto a nuestros cuerpos, aceptándolos por lo que son.
Y es que el amor propio es más que levantarte un día y decirte que quieres quererte, no es una meta o un lugar al que llegas sino un camino que se anda todos los días, poco a poco, tropezón a tropezón, pero que vale la pena recorrer. Es también algo que debemos construir en colectividad. Para esta historia, queremos dejar claro que este cambio no pude quedarse solamente en actos individuales y por eso lo reforzamos junto a estas tres mujeres.