Con su enorme producción y condicionales laborales desfavorables, la cultura de la moda desechable es claramente insostenible y en países como el Reino Unido, sede de gigantes del fast fashion como Primark y Topshop, es un problema arraigado, que con la crisis de coronavirus pide a gritos un cambio y la intervención del gobierno parece la única alternativa.
En 2019, fue rechazado un informe del Comité de Auditoría y Medio Ambiente en el que pedía al gobierno británico ayudar a regular la industria de la moda del país y solucionar el problema de desechos, pero este año podría ser diferente debido al aumento de inventarios sin vender, tiendas cerradas, despido de personal y sobre todo una mayor conciencia de consumo.