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Azulik Tulum: un ecosistema creativo de lujo frente al mar

Es una sensación salvaje cuando en Tulum, viajando por la carretera, ves un señalamiento de cruce de jaguares, ¡que buen momento para estar viva!
vie 19 diciembre 2025 05:09 PM
azulik
(Cortesía AZULIK)

Azulik te recibe con los sonidos de la jungla, el humo del copal, la calidez de la madera y unas ganas de quitarte los zapatos tan rápido como puedas. Su arquitectura -que estuvo a cargo de Eduardo Neira “Roth"- se basó en el principio de construcción sin impacto, procurando siempre la preservación de la naturaleza, la sabiduría ancestral y la geografía de la región; pilares que forman parte del legado de Azulik. Estos días celebramos su segunda década y nuestra agenda incluyó disfrutar del clima caribeño y experimentar la fusión entre arquitectura, gastronomía y diseño que lo caracterizan.

Un laberinto místico de madera que fluye entre la jungla te hace perderte (¿o encontrarte?) por los rincones de Azulik; al final tu cuerpo aprenderá el camino. Mi villa, entre las 48 distintas que forman el complejo, era un paraíso de techo alto en el segundo piso, con una terraza rodeada de árboles y del sonido del mar. Primero, pude disfrutar de un baño con esa increíble vista, para después prepararme para el atardecer. La familia Azulik nos estaba esperando en el Mirador del Maestro, una terraza espectacular, para empezar la celebración con cocteles sabor a México, palabras de agradecimiento y vibras chamánicas para sintonizarnos con el lugar.

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(Cortesía AZULIK)

Después del atardecer musicalizado con un DJ de electrónica e instrumentos de viento y percusión en vivo, estábamos listos para cenar en su restaurante Kin Toh. Unos nidos elevados sobre la selva que te abrazan mientras sirven cocina internacional de autor y que ponen el mood perfecto para una sobremesa larga a la luz de la luna llena (sí, nos tocó). Recorrer Azulik de noche te pone en modo salvaje, pero ese que te da paz pues no escuchas nada más que el viento, el mar y la vida silvestre. Sobra decir que dormí como princesa y que me despertó un mar agitado y los rayos del sol por la ventana.

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(Cortesía AZULIK)

Elixik es el restaurante de la casa y sus platillos, basados en la cocina consciente con adaptógenos y superfoods, son la pila que necesitas para arrancar el día tropical (¡recomiendo pedir el jugo verde!). Luego de ese boost y tomar los abanicos para el calor, salimos hacia SFER IK Basin, un museo al aire libre a pocos minutos del hotel y que forma parte de la familia Azulik. Una visita guiada por el Jardín Encantado de la artista Cristina Ochoa nos recordó la sabiduría ancestral de la naturaleza y la importancia de perpetuar su conocimiento. Y si pensamos que un museo en la playa es increíble, la oferta artística de Azulik nos sorprende con tres.

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(Cortesía AZULIK)

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Por lo que después visitamos SFER IK Uh May (a 40 minutos del hotel). Yo nunca había visto algo tan hipnotizante. El espacio (también hecho por Roth Arquitecture) es una oda a la arquitectura biofílica —donde se integra la naturaleza con la estructura—, así que este mega espacio era una esfera con intersecciones de árboles, enredaderas, plantas colgantes y madera, con pisos blancos en formas orgánicas. No existe ninguna esquina en este lugar y hasta parece que puedes caminar por las paredes. Si este espacio ya es en sí una obra de arte, se suman algunas exposiciones que fomentan el amor por naturaleza y sus formas de expresión.

Conectado al museo, está Jungle Cuisine, un oasis que combina el mismo estilo arquitectónico orgánico, pero sumando intervenciones de cuerpos de agua y un laboratorio culinario, ¿podíamos pedir más? Tras un descanso por la tarde, para aprovechar el jacuzzi al aire libre de mi villa, terminamos la triada museística y conocimos SFER IK Tulum. El tercer trillizo está conectado a Azulik y pudimos ver la obra cinética de William Darrell, New Mother: un jardín de flores mecánicas con el discurso de que es posible ver a la tecnología no como la resistencia a la naturaleza, sino como el siguiente paso; una parada hipnótica que vale la pena ver. Cerramos la noche cruzando por un puente que conecta el museo con el restaurante de inspiración japonesa con alma tropical: Tseen Ja.

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(Cortesía AZULIK)

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Pero no todo fue comer, como buen hotel de lujo no podían faltar los momentos wellness. Azulik tiene una oferta holística amplia: Oceanik Gym, Oceanik Balance —donde se juntan los conocimientos ancestrales con la tecnología— y el Maya Spa. Yo sin dudarlo quise vivir una experiencia de temazcal en la playa, seguida de una sesión de presoterapia que me dejó ligera pero llena de vitalidad. Para rematar la tarde, Azulik nos invitó a su ceremonia chamánica de cacao y sound bath; un verdadero viaje por los sonidos y contrastes de la naturaleza, donde las prácticas antiguas te desbloquean para sintonizarte amorosamente contigo misma.

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(Cortesía AZULIK)

Aníkena es la boutique de moda que puedes encontrar en el hotel y conocimos su nueva colección en un desfile que tenía de escenario la nueva propuesta residencial de la familia hotelera: Azulik Residences. Y antes de pasar a la fiesta en la playa del beach club del hotel, cenamos en ITALIK y todavía sigo pensando en el tiramisú deconstruido que probé. Cerramos con broche de oro el 20 aniversario de este icono de la Riviera Maya, que más que una experiencia de “barefoot luxury”, es la inmersión a un ecosistema creativo en crecimiento. La verdad es que la vida en la playa tiene otro ritmo y Azulik te revive los colores si eres una chica de ciudad.

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(Cortesía AZULIK)

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