Azulik te recibe con los sonidos de la jungla, el humo del copal, la calidez de la madera y unas ganas de quitarte los zapatos tan rápido como puedas. Su arquitectura -que estuvo a cargo de Eduardo Neira “Roth"- se basó en el principio de construcción sin impacto, procurando siempre la preservación de la naturaleza, la sabiduría ancestral y la geografía de la región; pilares que forman parte del legado de Azulik. Estos días celebramos su segunda década y nuestra agenda incluyó disfrutar del clima caribeño y experimentar la fusión entre arquitectura, gastronomía y diseño que lo caracterizan.
Un laberinto místico de madera que fluye entre la jungla te hace perderte (¿o encontrarte?) por los rincones de Azulik; al final tu cuerpo aprenderá el camino. Mi villa, entre las 48 distintas que forman el complejo, era un paraíso de techo alto en el segundo piso, con una terraza rodeada de árboles y del sonido del mar. Primero, pude disfrutar de un baño con esa increíble vista, para después prepararme para el atardecer. La familia Azulik nos estaba esperando en el Mirador del Maestro, una terraza espectacular, para empezar la celebración con cocteles sabor a México, palabras de agradecimiento y vibras chamánicas para sintonizarnos con el lugar.