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Salí de antro después de la pandemia y no, no lo extrañas

El semáforo verde no me gusta tanto. Literalmente un caso de expectativa vs. realidad.
jue 17 junio 2021 06:08 PM
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Sex and the City

Ya sé, ya sé, antro en pandemia. Todo mal. Pero debo decir que nada de lo ocurrido estuvo en mis planes y que por alguna razón el semáforo está en verde. Fue una noche de esas sin plan, sin expectativas y que simplemente la cosa (o el alcohol) fluye. Después de meses de encierro, sin conciertos, sin fiestas, sin bailar desinhibidamente entre decenas de extraños, de lo que más extrañaba era justo eso, ir a un antro y bailarme los discos enteros de Bad Bunny, de Dua Lipa y tantas canciones de reggaetón que no pudimos disfrutar en el goce del tumulto gracias a la cuarentena.

Nunca pudimos bailar 'Dákiti' o 'La Noche de Anoche' en el antro y qué dolor. La sala o el jardín de un amigo nunca reemplazará la oscuridad, el sonido, la fiesta y la emoción de ir a un antro y eso, desinhibirte. Aunque desde antes de la pandemia ya no eras fan del antro, no puedes negarme que no deseaste ni un poquito de esto cuando estabas encerrado. Así un sábado por la noche los caminos de la vida en la CDMX me llevaron a descubrir que un antro en el poniente de la ciudad está abierto y dirás "qué paz que ya hay antros", "normalidad", pero no, después del hype me di cuenta de que no los extrañé.

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Lo que más se extraña (ba) del antro, más que el antro per se, es la idea de que la noche es un mundo de posibilidades. No saber qué depara, que todo fluye, que si pre copeo aquí, termino con amigos, o nuevos amigos, en un after del que no tenía idea que existía. Se extraña conocer personas espontáneamente, no en Bumble, con el coqueteo frente a frente, el bailecito, el drink que no sabes si te dejará en la lona o te ayudará a sacar tus mejores pasos.

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The Sweetest Thing

¿Qué pasará? No lo sé, misterio del bueno, pero siempre lista para el plan que salga. Eso es lo que se extraña de las noches por allá en el 2019. Tantas expectativas. Para bien o para mal, me enfrenté a ellas porque era una noche "tranqui". Y parece que cuando dices "plan tranqui" invocas la maldición gitana. Empezó temprano con unos mezcales en un restaurante de la CDMX con amigas y amigos que, algunos de ellos, estaban de visita. Venían del extranjero y con el mood de que todo escale rápidamente. Y así fue.

Entre tequila, mezcal y los cables bien cruzados, alguien propuso seguirla en un antro al poniente de la ciudad. Yo ni sabía que estaba abierto, pero supongo que ¿semáforo verde? Nos aseguró que ya teníamos mesa porque como sabes, aquí no puedes llegar a la cadena sin nada porque te harán pasar un muy mal rato. Dicho y hecho. Llegamos en grupo con "el contacto", pero estando ahí, ya sabes cómo se pone el cadenero. Tiene que hacerla de emoción para “cotizarse”.

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Habían como 10 hombres cuidando la cadena en el piso subterráneo porque cero sospechoso que el acceso lo movieron de la entrada principal al estacionamiento. Bueno, dimos el nombre de la reservación y como siempre, el cadenero ve a su compañero del lado, hablan entre ellos misteriosamente haciendo como que revisan “el caso”, viéndote de arriba a abajo, regresa y dice: no te conozco, no vas a entrar.

Y ahí están mis amigos diciéndole "pero tenemos reservación", "oye, pregúntale a 'llamémosle Santi' ", “háblale a él, por fa”, y más frases para rogarle a un cadenero que te deje entrar a gastar tu dinero en el antro donde las botellas costarán cinco veces más su valor (los servicios ni se diga), donde imponen un consumo mínimo para que puedas tener una mesa y donde literalmente están rechazándote o discriminándote por cómo te ves o porque no tienes EL contacto de Santi.

AAAAAAAAH. Esta maldita actitud prepotente de los cadeneros que se creen los manda más de la vida nocturna, es lo que NO extrañaba de regresar al antro, entre otras cosas. Me di cuenta que no extrañaba pasar por esos rituales de "la selección" en los antros. Los escuchaba hablar y me molesté tanto que fue de esos momentos donde simplemente ves cómo pasan las cosas. Hace meses pedían un rescate para sobrevivir a la pandemia y ahora que regresaron, no cambiaron sus formas elitistas. Creo que hasta los cadeneros son peores que antes.

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Mis amigas lo lograron y al entrar confirmé que no extrañaba ese ambiente. Lo típico es que te revisen la bolsa, pero ahora también te ponen una calcomanía gigante para tapar ambas cámaras de tu celular. Cero turbia la apertura. Por un momento fue como transportarse a 2019 con la música reventando, las luces, la gente bailando, simplemente el hecho de estar en un antro.

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Sex and The City

Pero luego llegaron los empujones al caminar solo para llegar a la mesa, al baño, a dónde sea. La típica de los hombres que te pasan la mano por la cintura, te manosean, al pasar y ni sabes quién fue de lo lleno que está. Y bueno, aunque estés en tu mesa bailando, gozando despreocupadamente, paras y te das cuenta de que hay un hombre viéndote súper creepy. Hasta el guardia que está “por seguridad” está de creep.

No faltan los invitados de tu amigo que se acaban la botella. Más los pisotones de los tacones de las que pasan por la mesa. Otro empujón. Y no fuiste al antro para sentarte en el sillón de la mesa. Ah, y no falta el güey intenso que ya está borrachísimo y quiere ligar, pero ya no puede ni sostenerse y encima, te ahuyenta al ligue que sí quieres. Después de la travesía me di cuenta que no, en realidad no extrañaba el antro de antes. Y tal vez nunca debieron de regresar si van a repetir las mismas fórmulas de antes. El antro es el lugar donde se juntan todos los males clasistas de México. ¡Adiós!

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