El mar color turquesa y tranquilo como una alberca, la arena blanca tan fina que se desvanece en las manos, atardeceres ininterrumpidos, paseos en bicicleta en las calles sin pavimento y una atmósfera de calma dibujada en las sonrisas de su gente… completamente recluida en el mar Caribe, la isla de Holbox ha logrado mantenerse alejada del crecimiento turístico de la región, siendo todavía un escape para el descanso y la conexión con el entorno y uno mismo. Al caer la tarde, el paisaje es sorprendente por sí solo, pero es la dinámica de la isla la que lo convierte en una pausa simbólica de las horas que se alargan sin esfuerzo durante el día.
Foto: CasaSandra Con acceso directo a la playa, predominancia de madera en la decoración y mucha vegetación, CasaSandra ofrece un contacto directo con el entorno que lo rodea. Dentro de la casona y en las 18 habitaciones no faltan los detalles artísticos y los rincones sonorizados con música instrumental, seleccionada para crear una atmósfera de absoluta tranquilidad. La atención es totalmente personalizada, adaptando el servicio a las necesidades de cada huésped y al tipo de actividades que quiera disfrutar.
Foto: Luuma En las calles de arena de Holbox transitan solo peatones, bicicletas y algún carrito de golf que funciona como taxi. Aquí, el mayor lujo es caminar descalzo y rebotar al pasar rodando sobre un bache natural. El centro está siempre lleno de color y vida gracias a una accidental combinación de restaurantes, changarritos, boutiques y street art que, contando historias sobre los primeros habitantes y las leyendas populares, busca preservar la memoria local. Reflejando el estilo relajado y artístico de la isla, las tiendas de diseño ofrecen moda, accesorios y objetos de decoración bajo una línea bohemia, en colores tierra y con materiales sustentables. Para encontrar detalles que emanen siempre el espíritu de Holbox, la boutique de Luuma y la plaza Parador 33 son imperdibles.
Foto: Luuma Con una propuesta de fusión mexicana a base de mariscos, Básico Holbox es un espacio contemporáneo que invita al pleno disfrute gastronómico sin sacrificar la comodidad que ofrece la playa. Durante el día, el restaurante sirve comida informal, para después servir imaginativos cocteles al ritmo de la música tropical. A unos pasos de la playa, Luuma se esconde tras unas callas que lo aíslan del movimiento de la isla. Al caer el sol, los foquitos del jardín invitan a pasar una noche bohemia entre sabores internacionales, tragos frescos y el sonido de una guitarra. En un ambiente más íntimo y sofisticado, El Chapulim sirve un menú gourmet de temporada a base de cosechas muy frescas y pesca del día. Por su ubicación y la atmósfera acogedora que producen sus juegos de luz, este restaurante se disfruta mejor al anochecer.