“Casa Ideal” expande las fantasías domésticas con un abanico de posibilidades

La identidad de PM Proyectos Multipropósito, tiene un atípico balance entre ser una plataforma joven destacada por presentar exhibiciones arriesgadas y el rigor curatorial y de producción más parecido al de una galería consolidada. Su ubicación, en la Calle Sevilla a unos pasos del Ángel de la Independencia, lo aleja aún más de la mayoría de los espacios dedicados al arte contemporáneo en Ciudad de México. Entre oficinas, fondas y turistas despistados nos encontramos con un lobby invadido por una banca curva y una luminaria que desbordan sus vibrantes patrones marrónes azul y amarillo a los muros del espacio. Esta instalación de Fabien Capello es la perfecta antesala para recorrer, un par de niveles más arriba, “Casa Ideal”.

El apetito por proyectos ambiciosos que caracteriza a la galería se refleja en el impresionante grupo de artistas, arquitectos y diseñadores que sólo serían capaces de reunirse en un espacio como PM, convocados por una figura como Enrique. La lista de participantes pareciera más la de una bienal o una exhibición institucional, reuniendo a artistas internacionales consolidados como Dexter Dalwood, ídolos locales como Magali Lara, Pedro Reyes y Mario Garcia Torres, a la par de jóvenes como Aureliano Alvarado y Ramón Saturnino. Esta amalgama de visiones crea un diálogo rico y diverso, donde cada obra aporta una perspectiva única sobre el concepto de hogar.

Si bien Enrique Riner reconoce que la motivación de reflexionar sobre vivienda no responde a una motivación política o social hay piezas que abrazan estas temáticas. Tal es el caso de la pieza Cartolándia de Moris que retrata las viviendas autoconstruidas que abundan en las periferias urbanas. Otro ejemplo es El cuarto de Cualquiera de APRDELESP, que reflexiona sobre las implicaciones de llevar la domesticidad al espacio público con una maqueta de papel que plantea la instalación del dibujo de una escena doméstica, sobre la superficie de la plaza 23 de Mayo en el Centro Histórico.

Continuando con las piezas que tienen una aproximación más arquitectónica está la maqueta de Max von Wertz, que muestra una diagrama tridimensional de una vecindad, en la que plantea ocupar los pasillos como espacio habitable, y las habitaciones como vacíos o patios. Las piezas de Carlos Matos, y Lucas Cantú -que hasta hace poco trabajaban juntos bajo el nombre de Tezontle- resultan fascinantes por los innegables códigos visuales compartidos. Ambas piezas tienen el formato de maquetas -en la misma escala-, repletas de detalles, y texturas representando fantasías domésticas. Por un lado Matos muestra una fortaleza de gruesas paredes, mientras que de Cantú suspende del techo de la galería una pequeña tienda de campaña piramidal, que recuerda el refugió que instaló el año pasado de la Casa Praxis de Agustín Hernandez. Ambos son, a su manera, refugios del exterior y paraísos para el aislamiento. Otra aproximación que oscila entre lo arquitectónico y lo culinario es la pieza de Bobi Michelsen que presenta una barra de pan de caja, con forma de la típica casa con techo de dos aguas, una suerte de maqueta comestible. Mi maqueta favorita es sin duda la del legendario Baby’O de Acapulco diseñado Joaquin Jurado y traído a la exhibición por iniciativa de Paula Valades quien investiga la arquitectura y el diseño de las discotecas del siglo pasado. La maqueta está completa con pequeñas palmeras plásticas y la textura de piedra artificial que caracteriza al club nocturno, en esta ocasión presentada como posibilidad de casa ideal.

La arquitectura, no es la única disciplina de diseño presente en esta exhibición. Los objetos con los que habitamos, y su diseño, son piezas clave para construir nuestras domesticidades fantásticas. Marek Wolfryd aprovecha la ocasión para mostrar Piratería Moderna, una serie de diminutos modelos impresos en 3D de muebles mexicanos que se han visto envueltos en disputas legales respecto a su autoría. Otra pieza que integra mobiliario miniatura, es Ni Qué Ocho Cuartos de Sofia Elias, quien presenta una maqueta de cartulina que en su interior contiene pequeñas domesticidades al estilo Polly Pocket.

Objetos de escala real se integran a la narrativa, ofreciendo un acercamiento utilitario como la lámpara en forma de semilla de Pedro y Juana, el decantador de mezcal cerámico del oaxaqueño Kasser Sanchez o la luminaria inflable de Antoine Catala que recuerda a las piezas de Noguchi.

Si bien estas piezas refieren a una noción material o espacial de la casa, hay otros creadores que se valen de lo emocional, resultando en aproximaciones quizá más íntimas. La sutileza de los dibujos de Magali Lara que retratan espacios que existen en sus sueños nos transporta a una vivienda que quizá no es física sino sensorial. La pieza El adoratorio de Tlalpan de Eduardo Barajas, presenta un paisaje de agua y piedra volcánica proveniente de sus recuerdos infantiles, pintado sobre un par de superficies verticales, recargadas en el muro como estelas al estilo John McCracken.

La destreza curatorial de Enrique Giner es contundente tanto en las relaciones temáticas entre las obras, como en el diseño de la museografía. Una parte importante de piezas se encuentran dispuestas sobre pedestales idénticos organizados en una retícula perfectamente ortogonal; alternado con piezas colgadas en los muros, o dispuestas de manera libre sobre el espacio. Imposible no recordar a las retículas infinitas de Superstudio o la experiencia de recorrer la galería del Museo deArte de São Paulo diseñado por Lina Bo Bardi, referencias que demuestran la formación arquitectónica del curador. Aunque quizá la mayor virtud de la exhibición, sea el acercarse al tema de “Casa Ideal” desde lo humano, y no sólo desde la arquitectura que a veces peca de fría o soberbia. La materialización más contundente de esto, es quizá el autorretrato de Pía Camil, que plantea a la figura materna como la primera casa, una que todos compartimos y parte fundamental de la experiencia humana.