Dentro de una infancia que podría haber sido digna de una novela de Dickens, la música fue su "gran salvadora", dice. "Siempre fue algo que me hizo sentir valorada". Y aunque no pudo controlar todos los aspectos de su vida, uno que no quiso que se le escapara de las manos fue su música. En cierta ocasión, casi vende los derechos de una de sus canciones por 5.000 dólares, "en aquel momento me parecieron un trillón de dólares". Pero después de haber visto un documental sobre los Beatles, se prometió a sí misma que conservaría los derechos de sus canciones pasara lo que pasara, al darse cuenta de que “tengo que proteger mis letras, porque siempre hay alguien que intenta quitártelas".
Carey demostró una vez más su firmeza cuando la industria musical intentó etiquetarla. Una vez más, la misma sensación de no encajar en ninguna parte hacía acto de presencia. Los directivos de su discográfica quedaron desconcertados por la mezcla de géneros que supusieron las colaboraciones de Jay-Z, Missy Elliott y Busta Rhymes en sus canciones. “No crecieron con el hip-hop. No lo entienden”, dice. Cuando lanzó el remix de "Fantasy", la discográfica no estaba de acuerdo con la colaboración de ODB. “La compañía no lo entendió. Me dijeron: '¿Qué es Wu-Tang? ¿Qué es eso?'”. El hip-hop no ha sido el único género en el que ha hecho sus pinitos.
En sus memorias, Carey también ha revelado que en 1995 participó en secreto en un proyecto llamado Chick. En él canalizó su angustia vital a través de letras muy del estilo de Courtney Love, una especie de grito desesperado dentro del movimiento feminista Riot Grrrl contra la creciente represión que sufría en su vida personal y profesional. Lo recuerda como una especie de válvula de escape ante éxitos como "One Sweet Day" y "Always Be My Baby". “No estoy diciendo que no sean buenas canciones”, dice, “son impecables en términos de interpretación vocal. Pero después de las sesiones, cuando la morgue corporativa, como yo los llamo, había desaparecido, decía: 'Vamos a hacer esto'. La vida menos teatralizada de las estrellas de rock alternativo la atraía, porque “creo que, bueno, ellos pueden hacer lo que quieren. Pueden ponerse la ropa que quieren y decir lo que les da la gana".
Una de las cantantes con mayor rango vocal de la historia no podía identificarse en una canción con "un blister abierto", por citar solo un ejemplo de lo que decían las letras. “Ciertas personas de la morgue corporativa no parecían muy contentas, así que decidieron ignorarlas”, dice, aunque recuerda con cariño ir conduciendo por Westchester y otras partes del norte de Nueva York, mientras escuchaba el disco y cantaba a todo pulmón. (Un ejemplo de las letras de este disco alternativo: "No quiero ser tu felpudo/No quiero serlo/No quiero ser una muñeca hinchable") Aunque la voz principal en este álbum es la de su, por entonces compañera de habitación, Clarissa Dane, los acompañamientos son obra de Mariah. "Voy a tener que ir y mezclarlo con todas las cosas que tengo de aquella época", dice. Avisa que el remix probablemente tenga que llevar un sello de aviso parental: "Las canciones no son muy navideñas precisamente".